El fin de semana pasado estuvimos en la Sierra de Córdoba.
¡Qué despiste!
Anduvimos demasiado tiempo dando vueltas. Como Juan, que era quien nos guiaba, tenía tanta fe en llegar no estuvo atento a las señales.
Tuvimos suerte, ya que la profesora Pitch, que estaba tan harta de errar por los mismos senderos, decidió preguntar a un campesino. Aunque tenía una herida enconada, nos condujo amablemente hasta el sendero serpentuoso que llevaba a la Ermita de Córdoba, nuestro destino.
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